La Opinión
Hace casi cuatro años, cuando los Jaguares se unieron a Maná —una banda con la que habían establecido aparentemente una férrea enemistad desde que el ahora guitarrista de los primeros fue separado en términos poco amables del segundo grupo— para realizar un sorpresivo concierto conjunto, las voces de protesta de algunos sectores de la sociedad mexicana no se hicieron esperar.
El anunciado objetivo de aquel show, Unidos por la Paz, fue la obtención de fondos económicos para las comunidades campesinas menos favorecidas del país vecino, por las que abogaba sobre todo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En esa ocasión, no faltaron quienes pusieron en duda las buenas intenciones de un evento que, por otro lado, fue organizado por las dos empresas televisivas más grandes de México, y que según sus detractores (entre los que se encontraban varios integrantes de bandas rockeras independientes) no cumplió con las promesas de entregar todo el dinero a sus supuestos destinatarios, transformándose en cambio en una estrategia comercial de alto nivel.
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