Publicado en FIDES, Semanario de la Iglesia Católica.
Del 5 al 11 de octubre, 2003
Ricardo Puerta[1]
Los estimados nacionales más generosos afirman que unas 850,000
personas de origen hondureño viven fuera de Honduras. Dicho total representa
casi el 12% del total de población en el 2002, casi 6 millones
setecientos mil habitantes (6,697,916). En base a esos estimados podría decirse
que por cada 8 hondureños que hay en el país, otro se encuentra en el
exterior, mayormente en Estados Unidos, y en menor cuantía en México,
España y Canadá. El resto esta regado por el mundo, en países tan
distantes como Noruega y del Medio Oriente. Los antes “embarcados” son “los
más dispersos”.
A nivel centroamericano, El Salvador, Guatemala y Nicaragua tienen más
nacionales que Honduras viviendo en el extranjero. Sus respectivas
diásporas superan en número a la hondureña. Aunque el caso salvadoreño
sobresale de manera especial. Los salvadoreños que viven fuera de El
Salvador no sólo son los más numerosos, sino que además dentro de los países
del istmo representa la mayor proporción de su población total. Unos 2
millones de salvadoreños se encuentran en el extranjero, mientras que
en El Salvador llegan a 6,517,798. Por lo tanto, casi el 31% de todos
los salvadoreños vive fuera de su país, prácticamente uno de cada 3. En
el otro extremo esta Costa Rica, el único de la región que en vez de
“exportar nacionales”, importa “extranjeros”, y entre éstos son los
nicas sus inmigrantes más numerosos y visibles.
De los 850,000 hondureños que viven en otros países, unos 800,000 están
en Estados Unidos. Dicha población incluye no sólo a los emigrados,
sino también a sus descendientes de segunda y tercera generación –hijos y
nietos. Los hondureños más antiguos emigraron en el pasado emigraron
--principalmente a Nueva Orleáns y Boston-- aprovechando relaciones
laborales que mantenían con las compañías bananeras y después familiares
que ampliaron los ya emigrados. En menor grado, entre los hondureños en
el extranjero también se encuentran los exilados políticos de los 70 y
80, menor en número a los desterrados salvadoreños, guatemaltecos y
nicas del “tiempo de la guerra”. En tal sentido, pudiera decirse que la
actual población hondureña en Estados Unidos resulta de una corriente
migratoria “más fresca”. Empezó en 1998, como efecto del huracán Mitch,
desgracia que resaltó la pobreza acumulada, agregó nuevas carencias en
la vida cotidiana y disparó la salida de nacionales hacia EUA.
Pero las anteriores cifras de emigrados hondureños son sólo estimados.
Por el lado hondureño, los datos de las Encuestas de Hogares del
Instituto Nacional de Estadística de Honduras, levantadas en el 2002, no
dicen cuántos nacidos en los Departamentos de Honduras se han ido a vivir
“a otros países”. Por el lado gringo hay más pistas. El Instituto Lewis
Mumford, que en forma privada estudia estos fenómenos, reconoce que
habían 362,171 personas “de orígen hondureño” en EUA. La misma Oficina
del Censo de EUA daba una cifra aún más conservadora para ese año
263,067. Otros estimados son algo más altos, pero no por mucho, pues no
reconocen a más de 400,000 “de orígen hondureño”. Al ver esto, podría
afirmarse que los estimados más conservadores sobre el número de
indocumentados en tierra norteamericana provienen de fuentes de ese país,
mientras que los estimados más inflados provienen del extranjero. Sin embargo,
es oportuno recordar que sólo entre los “latinos indocumentados”, esa
cifra se remonta hoy a más de 6 millones --en su mayoría mexicanos--
que entraron “mojados” y aún permanecen viviendo y trabajando “sin
papeles” en EUA. Irónicamente, “los papeles” del patrono norteamericano que
contrata a estos “ilegales”, nadie se los pide, ni siquiera las
autoridades de la nueva superagencia federal encargada –a nivel nacional e
internacional-- de la seguridad de EUA. Esa agencia fue creada después
del 11 de Septiembre y absorvió a más de 20 entidades gubernamentales
norteamericanas, entre ellas, a la antigua Oficina de Inmigración y
Naturalización, aún conocida por “la Migra”.
Es oportuno aclarar que en EUA se hace un censo poblacional por década,
cuyos datos se levantan al principio del decenio. El más reciente se
hizo en el 2000, y el anterior en 1990. Este patrón ha existido en EUA
prácticamente por casi un siglo.
El cuestionario del ultimo Censo, el “que hace el enganche” para
censar habitantes por hogar, llegó por correo instando a “sus residentes” a
llenarlo. No es obligación contestarlo, y dejar de hacerlo no conlleva
delito. Por eso, simultáneamente con los formularios recibidos por
correo, la Oficina del Censo, y hasta instancias privadas realizan
campañas de sensibilización y motivación, incitando a contestar el
cuestionario. La razones para responderlo son de orden práctico. Muchas
decisiones futuras de política pública, incluyendo obras y programas de
beneficio social, comunitario, etc. --y hasta de negocios privados-- se
hacen durante el resto de la década usando los resultados del Censo. Sin
embargo, si las personas que viven bajo un mismo techo deciden ignorar
el cuestionario, lo más probable es que nadie de ese hogar sea contado.
A pesar de esto, todos los datos del Censo, por ley, son de utilidad
pública y cualquier interesado puede consultarlos y hasta comprar
“separatas” de los mismos. Lo divulgado esta disponible en formatos
impersonales, que impiden identificar concretamente a personas,
familias, hogares, nombres y direcciones domiciliarias.
Pero aún antes del Censo la demografía y características
socio-económicas de la zona es bien conocida. Lo sabido proviene de las mismas
tendencias históricas que sobre la localidad reflejan los censos anteriores.
Y también de otras fuentes como son la población electoral –votantes
potenciales y activos en elecciones municipales, estatales o federales;
población escolar – alumnos en las escuelas públicas y
privadas—inventario residencial –de casas y apartamentos, su valor de mercado y
superficie de construcción, información que los distritos escolares de EUA,
todos descentralizados, usan de base tributaria para que los
propietarios paguen sus respectivos impuestos de bienes raíces, tengan o no
alumnos en la escuela pública; los carros y otros vehículos de motor
registrados en un vecindario y los estudios de mercado hechos por empresas
privadas, generalmente para abrir o expandir negocios ---tiendas,
supermercados, servicios de comida rápida, de lavandería, reparaciones, etc.
En la
actual era electrónica, todos estos datos están hoy accesible a
cualquier interesado en forma agregada y anónima, con excepción de los que
levantan y posteriormente venden en forma personalizada las firmas
privadas de investigación.
Ante la situación migratoria irregular que tienen los hondureños en
EUA, muchos no responden al Censo. Como la mayoría de los hondureños que
viven en EUA entraron al país sin papeles, temen sufrir represalias e
incluso deportación, “si se hacen visibles”. Prefieren “seguir
invisibles”, sin localización y en el anonimato, tratando de pasar
desapercibidos ante “la Migra” u otra autoridad gubernamental norteamericana.
Lo anterior tiene consecuencias al construir estimados. En grandes
poblaciones de indocumentados viviendo en EUA ---como es el caso
hondureño-- “los entendidos del Censo” dicen que por cada habitante censado “del
mismo orígen” hay otro que no se censa. Y si aplicamos esta regla,
hasta conocer mejores evidencias, proponemos que 526,064 personas de
orígen hondureño viven actualmente en EUA, cifra que representa el doble de
los 263,067 habitantes “de origen hondureño” que reporta la Oficina del
Censo de ese país.
Tegucigalpa, 30 de Septiembre, 2003
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[1] Sociólogo extranjero en Honduras, especialista en temas de
desarrollo.
José Francisco Avila
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