La Tribuna
TEGUCIGALPA. Un insulto al fútbol lo que protagonizaron ayer Universidad y Valencia. Algo peor no pudo suceder, es el antifútbol, menos que una potra de barrio, es mucho mejor y todavía mejor un juego de pueblo con pelota de calcetín.
El 2-1 es producto de las individualidades y no de lo colectivo. Un encuentro que desde antes se presagiaba que sería una tortura. Un partido como para castigar a los malvivientes con trabajo forzado.
Universidad y Valencia se olvidaron lo que significa el espectáculo. Que en las graderías habían 301 aficionados martirizándose. Llegaron a pasar una tarde amena y a lo mejor fue la peor de los últimos años.
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